LAS CONVENTILLERAS MAS BRAVAS DE SAN TELMO

Riceviamo e volentieri ripubblichiamo questo articolo sui “conventillos” in Argentina.

Muchas veces escuchamos decir con cierta sorna que “son unas conventilleras” algunas panelistas de TV que trabajan en ciertos programas de chimentos. Sin embargo, el término “conventillera” se remonta a principios de siglo veinte y aplica a una de las primeras historias de “mujeres empoderadas” que tengamos memoria…

Hoy en día, si caminamos por San Telmo o Monserrat, podemos observar cantidad de hoteles boutique tales como San Telmo Luxury Suites, Cassa Lepage o Patios de San Telmo entre otros. Pero en sus inicios supieron ser propiedades de familias adineradas, ya que las “casas bien” se aglutinaban al sur de la Plaza y el Cabildo. Generalmente eran alargadas, con muchas habitaciones que daban a un patio común en donde reinaba un aljibe prolijamente aggiornado. Solían exhibir algún estilo italianizante y eran popularmente conocidas como “casas chorizo”.

Con el estallido de la Fiebre Amarilla de 1871, las “familias bien” huyen despavoridas de los barrios infectados y se re instalan en las afueras del Centro, en lo que hoy conocemos como La Recoleta. Por muchos años, aquellas casas quedan literalmente, vacías y abandonadas al viento de su propia suerte, aunque sus propietarios jamás imaginarían un futuro “tan rentable” como el que estaba por venir.

La primera y segunda corriente inmigratoria le significó a la ciudad de Buenos Aires un aluvión de nuevos habitantes. Luego del desembarco en el puerto, aquellas familias eran recibidas en el Hotel de Inmigrantes, donde se les brindaba alojamiento, cuidados y asesoramiento por un máximo de 5 días, de forma gratuita y a cargo del Estado. Luego de esto, debían abrirse paso por sus propios medios. A la salida del Hotel, estacionados como buitres cansinos, decenas de carros esperaban pacientemente en doble fila. Los “promotores de conventillos” -como se les llamaba- pregonaban a viva voz las virtudes de sus establecimientos, ambientes familiares a donde se podía recalar por una muy módica y accesible suma de dinero. Pero cuando los viajeros llegaban a su “nuevo hogar”, se encontraban con casas muy mal atendidas, superpobladas (a razón de una habitación por familia), con cuartos que a veces ni ventanas tenía, generalmente un baño cada 100 personas y no mucho más. Al final, los alquileres no eran tan “módicos” como se los promocionaba y en ocasiones podía significar más del 50% de los ingresos de una familia. Además, el trato era por demás estricto: el alquiler debía pagarse puntualmente y no había clemencia para aquellos que se atrasaran con la renta, porque corrían el riesgo de ser inmediatamente desalojados por la fuerza. Pero no quedaba otra: por lo visto hacerse la América era bastante más difícil de lo que los inmigrantes habían imaginado…

A pesar de este panorama, un frío invierno de 1907 la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires aprobó un decreto para la aplicación de nuevos aumentos sobre las casas de alquiler. La tinta del documento aún no se había secado cuando los propietarios procedieron a aplicar el incremento de manera feroz y absolutamente fuera de contexto. La consecuencia no se hizo esperar y resultó en un inmediato amotinamiento masivo que fue conocido como la “Huelga de los Inquilinos”, quienes se atrincheraron en sus Conventillos con la clara intención de no pagar la renta. Como la medida se extendió por varios días, los hombres debieron volver a sus trabajos bajo riesgo de perderlos, pero las mujeres permanecieron estoicas y en guardia activa. También fue conocida como la “Huelga de las Escobas”, ya que cada vez que algún emisario, abogado o mismo la policía quería irrumpir en sus hogares, eran espantados ruidosamente y a los escobazos limpios. Semejante comportamiento socialmente inaceptable para la época les valió a las mujeres el mote de “conventilleras”, por lo barulleras y por lo escandalosas.

La huelga no fue nada simpática: hubo muertos, hubo heridos, hubo marchas de protesta, pero finalmente la constancia dio sus frutos: el aumento de los alquileres fue recortados y se logró que los propietarios se involucraran más activamente en el mejoramiento de la calidad de vida de las viviendas.

En definitiva, si bien el término “conventillera” quedó asociado allá a lo lejos a un concepto de comportamientos bulliciosos y poco decorosos, sería importante recordar que la “Huelga de las Conventilleras” representó mucho más que eso: una de las primeras, más intensas y efectivas manifestaciones femeninas del siglo veinte en nuestro país.

Por Pat Harrington, extracto del libro “300 AÑOS DE HOTELERIA EN ARGENTINA”®. Propiedad Intelectual Registrada. De su blog https://www.facebook.com/PatoHarrington

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